Cada día transcurrido era igual a rasgar un poco más la herida, haciéndola más grande, profunda y dolorosa. Alguna vez, hace ya seis años, sintió que la gracia divina le daba el regalo más preciado del mundo al haberlo conocido a él. Pero, en ese gran regalo había solo un pequeño detalle... un chico no podía, o más bien, no debía, enamorarse de otro chico, cierto?
Era increíble cómo ese joven tan simpático, con esa sonrisa de ángel, con esa forma de ser tan infantil, se le había clavado tan fácil en el corazón, puesto que apenas si tenía unas pocas semanas de conocerlo y ya sentía que no podría querer a nadie como le quería a él. Por todos los cielos! Lo hacía sentir mariposas revoloteando en el estómago, que le sudaran las manos o que se llegara a trabar cuando platicaban a solas. Sin olvidar ese otro pequeño detalle que implicaba los deseos que le recorrían el cuerpo cuando sus ojos se quedaban prendados de sus sonrosados labios.
Pronto esa linda sensación volvió con creces al siguiente año, y se incrementó en el próximo... y los que le siguieron... bendita maniobra del destino que lo llevó a enamorarse perdidamente de un imposible: Kim Junsu.
Con el tiempo supo controlar sus emociones, ya no se trababa ni se ponía a sudar frío cuando por alguna razón el chico de sonrisa de ángel se le acercaba a hablarle, lo abrazaba o hasta le tomaba la mano. Cuando se hubo conformado el grupo, todos esos acercamientos entre ellos se vieron fácilmente justificados con el fanservice. Pero... se sentía morir cuando el chico en cuestión hacía aquellas escenas con alguno de sus otros tres amigos, aunque sabía que nada especial existía entre ninguno.
Ese chico de sonrisa de ángel, él... que nunca le ha visto más que como a un amigo, el mejor, tal como lo ha dicho en algunas entrevistas... ese chico lleno de ternura e inocencia; lo lastima sin quererlo con cada sonrisa, cada que su precioso mirar claro se clava en sus oscuros ojos como la noche, cada que lo abraza, cada que se ríe de sus bromas, cada que acepta gustoso (con la misma emoción que un niño que va a divertirse con su juego favorito) hacer demostraciones afectuosas con él... ilusionándole de tal vez ser correspondido de ese amor que crece a cada segundo en su interior... bajándole de su nube cada que con su dulce voz le dice que es su mejor amigo. Eso... y nada más.
Y ahí está Park Yoochun, mejor conocido como simplemente... Micky... tumbado en el frío suelo de la azotea del edificio donde se ubica el departamento que comparte con el grupo. Con su vista perdida en la bóveda celeste donde centenas de lucecillas brillan traviesas en lo alto, parpadeando con seducción romántica, llevándolo al maravilloso mundo de las fantasías, de aquellas interminables posibilidades de un instante que no deja de ser más que una maldita ilusión, un deseo celosamente guardado en alguna parte de su conciencia y que muchas veces se ve extralimitado en un vano intento por enviarlo al inconsciente, ahí donde permanecen en una latencia aletargada sus más profundos secretos, los que revestidos bajo otros nombres, sensaciones o pensamientos terminan por llegar a la burda conciencia que bien parece traicionarlo alegremente todo el tiempo, sin reparar en el daño que se hace por el simple hecho de amar.
El chico de seductora personalidad, reía irónico cada que pensaba en ello, cuántas veces no ha escuchado decir que tal vez es el más coqueto del grupo, el que lleva ese porte de galán irresistible por el que muchas suspiran o se derriten cuando siguiendo el juego se atreve a hacer algún guiño o decir alguna palabra con su voz más sensual. Error el suyo cuando ha osado a hacer algo de aquello con Junsu... porque ha sido él mismo quien ha hecho de su herida una enfermedad incurable que ha terminado por adorar y maldecir al mismo tiempo, esa que lo tiene en un constante ir y venir en polos opuestos, esa que lo hace sentir en la gloria y el infierno, la que le da Todo y lo mantiene en la Nada... el Amor.
Tenía que encontrar la forma de dejarlo de amar... pero, ¿cómo hacer para olvidar un sentimiento que día a día parece prendarse más al corazón? ¿cómo fingir que todo está bien con una sonrisa que esconde el dolor en su interior? ¿cómo apagar el fuego de su mirada deseosa de saberlo a su lado de esa forma íntima? ¿cómo borrar el carmesí que se instala en sus mejillas aún cuando él lucha por evitarlo?
....................
Junsu caminaba por las escaleras que dan a la azotea, era de madrugada y su amigo aún no regresaba a la cama, y eso lo había preocupado un poco. No era la primera vez que Yoochun abandonaba el departamento para refugiarse en este lugar, pero nunca antes había tardado más de una hora en volver, y el frío del invierno no era del todo clemente como para dejarlo pasar así nada más. Por eso, con una gruesa manta sobre sus hombros había decidido ir a buscar a su amigo.
Hace tiempo que descubrió esa peculiar costumbre de su amigo, el escabullirse a la azotea a sumirse en sus pensamientos. Nunca le ha preguntado nada al respecto, sabe que toda persona tiene sus propios momentos de soledad, de privacidad. Aunque admite que la primera vez que le vio ahí tirado en el suelo, tuvo enormes deseos de acercarse y preguntar por su estado de ánimo, tal vez era que algo le preocupaba y no se atrevía a hablarlo con nadie, pero cuando notaba que su amigo regresaba al parecer mejor, decidió dejarlo en paz. En ocasiones como ésta subía simplemente a asegurarse de que su amigo estuviera bien.
Se asomó con sigilo por la puerta, a algunos metros estaba él, viendo en el cielo tal vez a esa luna a la que seguro le susurra sus más preciados secretos. Escuchó un suspiro y después notó que el chico pasaba el dorso de su mano por sus ojos... ¿estaba llorando?
Con cautela, para evitar asustarlo con su presencia, el chico se acercó a su amigo, cuando llegó a su lado se arrodilló dispuesto a darle su apoyo si es que el pelinegro le permitía brindárselo. Pero solo notó que ya tenía los ojos cerrados, un respirar parsimonioso y las mejillas ligeramente sonrojadas. Sin darse cuenta, sus ojos se quedaron viéndole los gruesos labios entreabiertos que le daban ese toque de sensualidad del que todas hablan. El delfín se sorprendió al descubrirse anonadado en esa boca... peor aún, en el pensamiento que tuvo de probarlo.
....................
- cúrame Junsu ah... – susurró el pelinegro, sin haberse dado cuenta aún de la presencia de su amigo. Quien al escuchar esas palabras se preocupó...
- qué te pasó, te lastimaste en el ensayo, enfermaste?... – cuestionó rápidamente el nombrado, llevando de inmediato su mano a la frente de un pelinegro que le veía con los ojos abiertos de par en par. ¿desde cuándo estaba ahí?
El pelinegro salió de su sorpresa al ver ahí al delfín, sonrió de medio lado mientras apartaba la mano de su amigo de su frente. Justo cuando se pregunta qué hacer para curar esa enfermedad llamada amor, el dueño de su corazón se aparece ahí, con ese semblante preocupado, con ese tierno mirar. Sin saber realmente porqué, el pelinegro decidió dejarse llevar y hacer lo que su corazón le dictara.
- me duele aquí, Junsu ah... – el pelinegro no había soltado la mano de su amigo, misma que colocó sobre su pecho, ahí donde su corazón late acelerado... – es una herida profunda y de años atrás... – continuó sin tapujos. Sin retirar su mano sobre la de su amigo, se reincorporó hasta quedar sentado. El delfín tenía su mirada clavada en la de él, violentamente sonrojado por intuir de lo que hablaba su amigo, solo que... ¿era acaso él el culpable de esa herida?... – puedes curarme, Junsu ah?
Sí, al parecer sí era él... cómo no se había dado cuenta antes, o era que él no había querido hacerse de erróneas ideas. Importaba eso realmente ahora? No... solo importaba curar a su amigo. El delfín dibujó una sonrisa en sus labios, misma que le contagió al ratón, tal vez no hacían falta demasiadas palabras, tal vez ahora solo era momento de dejarse llevar.
- tengo la medicina que necesitas... – susurró, mientras sus rostros se acercaban lentamente y sus ojos se cerraban rendidos a las sensaciones que el contacto de sus bocas generó.
Yoochun muchas veces imaginó lo que sería besar esos labios, el sabor que tendría su boca o lo cálida que podría resultar su lengua danzando con la suya... pero nada, absolutamente nada, tiene comparación con esta sensación, con este primer beso tranquilo, acompasado y tierno.
Sintió cómo la mano de su amigo se liberaba de la suya sobre su pecho, tan solo para subir y apoderarse de su nuca, haciendo así ese beso más profundo, ligeros gemidos escapando cuando de un momento a otro el delfín ya se había sentado sobre sus caderas y le revolvía su cabello. El ratón dejó sus manos sobre la cintura de su amigo, mientras que las de éste ya le habían rodeado el cuello y los besos no cesaban. Era como si ambos sintieran que tenían tiempo perdido de esas caricias y quisieran recuperarlo desde ya.
Después de varios minutos de besos en distintas intensidades, los chicos se separaron, observándose en silencio con una sonrisa de absoluta satisfacción en sus sonrojados rostros. El delfín fue consciente solo entonces de que se había sentado a horcajadas sobre su amigo, y eso hizo que se sonrojada aún más. “Debería de dejar de leer las historias de las fans”
Notó que de la boca de su amigo salía el bao y que su nariz estaba más roja de la punta, cosa que le hizo recordar el frío. Se sacó la manta de su cuerpo y luego la pasó por la espalda y hombros del ratón, el pelinegro le rodeó la cintura y lo pegó mas a su cuerpo, para así poder cobijarse ambos.
- así mejor?... – cuestionó el delfín con voz tímida.
- mucho mejor... – el pelinegro pegó su frente a la de su amigo... – cómo me encontraste?
- siempre que abandonas tu cama a meque vihe es porque vienes aquí a pensar, solo que ya son casi las dos y tú aún no regresabas y me preocupé, por eso vine a verte... – el delfín le besó la majilla.
- y yo que pensé que nadie sabía de mis escapadas nocturnas... – el ratón le besó la punta de la nariz, gesto que hizo sonreír más a su amigo...
- te molesta?... – el calor bajo la manta alejó todo rastro de frío.
- no... aunque... me pregunto cuántas veces me habrás escuchado hablando solo... – su amigo negó con la cabeza...
- nunca me había quedado, solo venía y me asomaba para asegurarme de que estabas bien, siempre estabas solo viendo el cielo, así que yo regresaba al departamento y cuando llegabas minutos más tarde, conciliaba tranquilamente el sueño sabiendo que tú estabas otra vez ahí...
- Junsu ah... no te incomoda lo que acabo de demostrarte... – el pelinegro bajó la cabeza apenado.
- crees que si me incomodara estaría aún aquí contigo?... – el delfín le tomó el mentón levantándolo para que le viera otra vez... – solo que... lamento informarte, Park Yoochun... – ahora le hablaba con absoluta seriedad, asustando al chico con eso, esperaba que se disculpara, que le dijera que a pesar de eso nada podría hacer entre ellos, o algo así... – que tendré que darte tratamiento de por vida... – terminó curvando una amplia sonrisa, que hizo que el pelinegro volviera a respirar (es que había contenido el aliento esperando el golpe bajo)
- no me importa, porque se que la enfermedad que tengo es incurable, solo se puede mantener estable con el tratamiento adecuado... – sonriendo también, el ratón se apoderó una vez más de los labios del delfín, sintiendo como éste le respondía con intensidad... – Te Amo, Junsu ah...
- gracias... porque yo también Te Amo, Chunnie ah... – sus bocas se buscaron una vez más, el beso subiendo de intensidad, las manos bajo la manta vagando por el pecho y la espalda del otro... – espera... – pidió con una sonrisa cuando la mano del ratón intentar filtrarse bajo su pijama.
- lo siento... – todo avergonzado, el pelinegro llevó sus manos a las mejillas de un no menos sonrojado delfín... – así se quedaran quietas... – y volvió a devorar esos labios.
Esa fue tal vez la forma menos pensada de declarar sus sentimientos, y la mas inesperada de ser correspondidos, pero le hacía inmensamente feliz que por fin ese chico de sonrisa de ángel comenzara a curar la herida de su corazón.
FIN
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