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sábado, 10 de abril de 2010

saranhae

“Cuando una persona cuida de otra, significa que le gusta esa persona, ¿no? Tú puedes cuidar de ella siempre, que yo cuidaré de ti…”

(Frase del drama Full House)

¿Cuándo le había perdido? No, esa tal vez no era la pregunta correcta, porque para perder algo o a alguien significa que antes te tuvo que pertenecer de alguna manera, cierto? Pues bien, él nunca fue suyo, no en ese sentido en que por años ha deseado.

¿Qué han sido los mejores amigos? Es cierto, tienen la amistad mas maravillosa del mundo, de eso no hay duda; él siempre ha estado cuando más le ha necesitado; ha reído, llorado y callado a su lado; ha abrazado su soledad y festejado sus alegrías, ha hecho de sus días un nuevo despertar que merece la pena para vivir siempre que pueda sonreírle una última vez al caer la noche.

No pudo ni siquiera odiar el momento en que llegara con una sonrisa radiante a decirle con renovada contentura que era el hombre más feliz del mundo… solo porque Ella se hubiera convertido en su novia. Envidió la fortuna de esa chica, pero no le odió, no podía, jamás podría, porque Ella le daba la alegría que él nunca podría aunque lo deseaba con la fuerza de su alma.

Al final de cada día, antes de dormir, agradecía por el simple hecho de seguir siendo su mejor amigo, sabía que por lo menos ese lugar en su corazón era suyo y de nadie más. Que tenía otros amigos no lo negaba, pero ninguno de ellos podía leer en él como un libro abierto, nadie (ni siquiera Ella) sabía leer cada emoción en su rostro y cuerpo, nadie podía descifrar los pensamientos en su mente con solo mirarle a los ojos, nadie sabía que cuando se enoja de verdad respirar profunda y lentamente tres veces antes de hacer nada, nadie sabe que al dormir tiene que ocupar el extremo izquierdo de la cama sin importar su tamaño, nadie sabe que cuando tiene pesadillas basta con acariciarle lentamente la mejilla para que se tranquilice y continúe con un apacible sueño, nadie reconoce la intensidad de sus sonrisas como para saber lo que las motiva, nadie cocina sus alimentos favoritos como él (en especial Ella)… Nadie… le ama como él.

Y ahora, ahí está, esperándole en lo que fuera su lugar favorito por años. Ese Mirador desde donde la ciudad era una bella postal, ahí donde tuvieran largas charlas cuando el trabajo les permitía un poco de descanso; ahí, a donde no habían vuelto desde que él iniciara su noviazgo con Ella, hace casi un año. Por eso, cuando le pidiera esa mañana encontrarse ahí porque tenía algo importante que hablar, supo que ese día él daría un paso más lejos de su vida, que aunque unidos por una bella amistad, jamás juntos por Amor… y eso duele.

De su boca salía el bao que apenas entraba en contacto con el viento del invierno blanquecía tanto como para notarse a pesar de la poca luz que alumbra esa noche. En el oscuro cielo, apenas una pizca de luna se notaba, y hasta las estrellas parecían pequeñas motas tímidas que se negaban a resplandecer. Sentía frío, a pesar de la gruesa gabardina que cubre su cuerpo, él sabía bien en donde se originaba esa sensación… en su corazón.

- Jamás podré decirle lo que siento… - susurró en un murmullo que se fundió con el viento. Escuchó entonces sus peculiares pasos, tranquilos, relajados, seguros, siempre firmes.

- la vista sigue siendo hermosa desde aquí, verdad JaeBoo… - el moreno orientó su atención hacia el paisaje, sonriendo con la nariz enrojecida por el frío y su piel menos bronceada que en primavera o verano.

- muy hermosa, Yunho… - pero el chico de los cabellos claros ya no miraba la ciudad, sino a su amigo.

- pareces un fantasma… - estiró su mano hasta acariciar con el reverso la pálida mejilla de su hyung… - si de por sí tienes la piel blanca como la leche, en invierno palideces tanto que pareces un fantasma… - explicó, sonriendo dulcemente, cero atisbo de sorna en su voz.

- ¿y te asusto?... – bromeó JaeJoong, así puede que no note que ha hecho que su corazón lata presuroso en su pecho. Yunho soltó una risa sincera, como las que sólo él logra arrancarle.

- no, no me asustas, eres demasiado hermoso para asustar a alguien… - aseguró el moreno sonriendo, y si Jae no tuviera tanto frío puede que sus mejillas se hubieran teñido de un brillante tono rojizo… - hace tiempo que no veníamos, verdad.

- sí, un poco…

- desde que comencé mi relación con Jyn (sí, Ella)… - su sonrisa desapareció. Jae no sabía si preguntar, así que se quedó callado, ambos recargados en el barandal del Mirador, observando juntos la ciudad… -terminamos…

Si fuera más egoísta y no amara a ese chico, tal vez habría saltado de alegría ante la noticia, pero si Yunho no estaba bien, él menos lo estaría.

- porqué… - se atrevió a cuestionar, esperando no escarbar más en la herida que de seguro tiene su amigo.

Sonrió con cierta ironía antes de responder.

- eso es lo curioso, el porqué… - otro silencio… - Jyn es una chica hermosa, es inteligente, buena amiga, simpática y definitivamente será buena esposa, pero… no la amo… - solo el murmullo del viento se escuchó por unos minutos… - debí darme cuenta antes, pero no lo comprendí hasta que ella no me lo dijo con todas las palabras, hace como un mes… - solo ahí el propio Jae reparó en que desde entonces ya no veía que la chica se apareciera por la disquera, aunque como Yunho seguía hablando de ella y bien, no pensó que desde entonces su relación ya no fuera la misma… - “Yunho, el punto aquí es que yo no puedo competir, no solo no puedo sino que no quiero, porque solo nos hacemos daño… date cuenta, tú solo amas a una persona, tú solo lo amas a él”… - el corazón del mayor latió mas aprisa todavía, su amigo lo miraba profundamente, le sonreía con ternura… ¿con amor?

- Yunho… - murmuró, las manos del moreno enmarcando su rostro.

- yo solo… Te Amo a ti, Jae… - por un instante el chico de cabellos claros sintió que el corazón se le detuvo, pero cuando los labios del moreno se posaron sobre los suyos, sus latidos bien pudieron ocasionarle una taquicardia.

Su boca era suave y cálida y se acoplaba a la perfección con la suya en un beso tierno y largo, se separaron solo cuando el aire se hizo necesario.

- Sarang Hae, Yunho… - correspondió el mayor, sonriéndose cómplices de un mismo sentimiento.

- prométeme que no dejaremos de venir nunca a este lugar, JaeBoo… -

- nunca, Yunnie ah… - sus manos se entrelazaron mientras volvían a contemplar juntos, la preciosa vista de Seúl al anochecer.

FIN

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